lunes, 27 de mayo de 2013

Cine en el Caribe: décadas del 70-80, siglo XX


La producción cinematográfica en el Caribe insular en el siglo XX: décadas del 70-80.

A inicios de la década del 70 se vieron las primeras producciones de las Antillas francesas, con Le Retour, de Christian Lara. La historia de un guadalupeño que estudiaba en Francia. Un corto de 20 minutos y en blanco y negro rodado en escenarios de Guadalupe, cuyo tema central aborda cómo los caribeños viven la experiencia del exilio en las grandes ciudades del mundo desarrollado. Un tema recurrente en muchas producciones posteriores de los cineastas del área, que producen sus trabajos mientras viven en el «exilio». Christian Lara, probablemente es el que más ha hecho para que la mayoría de las películas salgan de Guadalupe. Comenzó su carrera con Coco la Fleur Candidat (1978), uno de los primeros filmes en incorporar el creole. Lara usa una historia sobre las elecciones para explorar la situación en su país.
La contribución de Surinam al cine de la región comenzó por igual en los 70, con filmes como Wan Pipel (1976) de Pim de la Parra. La historia de un negro surinamés que estudia en Holanda y retorna a su hogar para cuidar a la madre enferma, momento en que se enamora de una joven hindú. De la Parra usa las tres lenguas indígenas del país mientras explora el tema de los prejuicios, las relaciones raciales y la diversidad cultural en tono de comedia.
La película más exitosa de la década, celebrada en los circuitos internacionales se hizo en Jamaica, The Harder They Come (1973). El filme jamaicano arquetípico en cuanto a la descripción de las realidades de la clase negra trabajadora, fue dirigido por un jamaicano blanco, Perry Henzell. Rodada a modo de documental provee del retrato más realista de la cultura, la vida y los problemas que enfrentaban los jamaicanos de los 70. En medio de barrios marginales y las pulsaciones del ritmo musical del reggae, la trama gira en torno a Iván, un chico del campo que llega a la ciudad con la ilusión de convertirse en un cantante famoso. Fue vista por muchos como una dura película de gánster basada en la historia de una vida real fuera de la ley de Jamaica. 

The Harder They Come fue criticada por su crudo retrato del reinado del crimen y la violencia en un momento en que el país estaba tratando de desarrollar su imagen como destino turístico. Sin embargo, el mayor aporte de Henzel fue evitar las imágenes románticas de Jamaica que se encuentran en muchas producciones de Hollywood y mantenerse fiel a su ideal de permitir a la gente a verse a sí mismos y a su isla, a través de sus propios ojos.
La filmación en Jamaica y otras países continuó en los 80, con obras tales como Anita (1982), de Rassoul Labuchin y Felix de Rooy con Almacita di Desolato (Curazao, 1986). De la docena o más películas de Rooy, esta se mantiene como una de sus más creativas y reconocidas. Rodada en Curazao y con la utilización del papiamento, revela las habilidades de Rooy como pintor para componer una historia basada en la lucha entre las fuerzas de la creatividad y la destrucción en una comunidad afrodescendiente. Este es un ejemplo de las narrativas influidas por la oralidad propia de los griots africanos, donde el director teje leyendas desde Curazao, Aruba y Bonnaire. 
Al igual que Felix de Rooy, Labuchin hizo su primera película, Anita, usando también su mundo creativo como poeta para explorar el terreno de la educación, la servidumbre física y mental a las creencias del vudú. Su película, que ha hecho historia dentro y fuera de Haití, ganó varios premios locales, como un Coral en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de 1983, en La Habana, y se convirtió en punto de referencia en el extranjero. Por otra parte, el único método de distribución de la película resultó consecuencia de la fuerte censura del mercado que marcó «un punto de inflexión en la historia del cine haitiano, rompiendo la asfixiante red comercial para construir una audiencia real entre las masas», según opinó el crítico de cine Lafontant Medard en su momento.[1] 
Quizás entre los más conocidos de Haití estén Raoul Peck y Elsie Haas; ambos trabajan fuera de su isla nativa y han triunfado en Hollywood. El repertorio inicial de Haas incluye La Seconde Manche (1979), La Ronde des Tap-Tap (1986), La Ronde des Vodus (1987) y No Comment (1988). Ronde des Vodus ganó un reconocimiento internacional por hacer un balance crítico de la imagen de la antigua religión vudú que no había sido tratada con propiedad en otros filmes, como en los de Maya Deren. Se trata del lugar del vudú en la cultura, la historia y la política de Haití, el filme creó un «retrato bastante completo y en movimiento de la sociedad y las personas que luchan por negociar un legado de opresión y negación.»[2] (CHAM: 1992, 28)
Rassoul Labuchin describe Haitian Corner de Raoul Peck como «la mejor jamás realizada por un haitiano». La película se rodó en las calles de Brooklyn, y trata del abuso del poder y su efecto en los demás, y de cómo las personas afectadas aprenden a enfrentar y superar los sentimientos de venganza y de ira. Es una crítica abierta a los abusos cometidos entre haitianos durante el régimen dictatorial de Duvalier y un ejemplo de la diáspora cinematográfica. La cinta ha sido vista por grandes audiencias en Haití y en el resto del mundo. Peck se ha convertido en un cineasta aclamado en todas partes, en la actualidad trabaja en Hollywood.[3]
La segunda película caribeña de mayor éxito en los 80 fue Rue Cases-Nègres (1983), de la directora Euzhan Palcy[4]. El filme es el resultado de la adaptación de la novela de Joseph Zobel. Como sus compañeros cineastas de la isla, Palcy evita las habituales imágenes de la isla exótica y fija la película en el entorno real de la gente; simple en su estilo hasta en el empleo de los tonos sepias. Rue Cases-Nègres encierra la esencia de la novela y el espíritu de la cultura martiniquesa y por extensión el de los caribeños. Particularmente se nota en el empleo que hace Palcy del créole a lo largo del metraje.

También el sincretismo ha sido un recurso estético y temático crucial en el espacio del Caribe y en el cine latinoamericano. El tema es anterior al cine y deja una estela de neologismos que evocan la mezcla: mestizaje, creolité, antillanité, transculturación, caribeñismo. En la película Ava y Gabriel (1990), de Felix de Rooy, entran a jugar estas cuestiones de sincretismo artístico, mestizaje y colonialismo. La historia refiere un pintor negro en la Curazao de 1948, dominada por los holandeses, que quiere pintar una santa negra. El sincretismo en Ava y Gabriel no es sólo pictórico, sino también lingüístico, ya que el diálogo es en varias lenguas: holandés, español e idiomas africanos. La película ganó el Premio del Jurado en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latino Americano, La Habana, 1990. 
En la película Un pasaje de ida (1988), de Agliberto Menéndez, República Dominicana se tiene un valioso modelo de lo que puede ser esta filmografía. Pronto aparecieron más largometrajes de ficción como Nueba Yol (1995), de Ángel Muñiz; Para vivir o morir (1996), de Radel Villalonga y Cuatro hombres y un ataúd (1997), de Pericles Mejías.
Por su parte Puerto Rico aporta realizaciones de Diego de la Texera (Culebra, al comienzo, 1971), de Mike Cuesta (Angelitos negros, 1976), Luis Molina Casanova (Cuentos de Abelardo, 1989 y La Guagua aérea, 1993). También en este «Estado libre asociado», el despegue hacia un cine cualitativamente nuevo, se sitúa en los finales de la década del setenta con Palomilla (1969) e Isabel, la negra (1970), ambas de Efraín López Neris. 
Para Luis Antonio Rosario Aquiles cuando se habla de un cine puertorriqueño que se empeña en ser distinto opina: «La categoría de nacionalidad se desprende de un cuadro de posibilidades combinadas: que los creadores o sus padres, hayan nacido en Puerto Rico, que ese haya sido el lugar de crianza y educación, y que la obra desprenda su adopción de la vida y la cultura del país y que, aun cuando no tenga estas características, revele una temática y una vigencia significativamente puertorriqueña».[6] Hay que tener en cuenta que la isla, subordinada a los designios de Estados Unidos, también dispone la mayor capacidad de su infraestructura técnica y servicios para la producción cinematográfica de ese país.
Las películas de Jacobo Morales intentan retratar los conflictos de su tierra. Morales es uno de los realizadores más reconocidos en Puerto Rico. Su filme Lo que le pasó a Santiago (1989) logró estar entre las cinco finalistas al Oscar en el mejor título de habla no inglesa. También sobresale en ese periodo, Marcos Zurinaga con la película de 1986, La gran fiesta. 
Los ejemplos anteriores son un claro testimonio de que, entre las décadas del 70 y del 80 del siglo pasado, cuando muchos países caribeños alcanzaron su independencia política, fue cuando se comenzó a producir una mayor cantidad de filmes que reflejaron la realidad. A pesar de la pequeñez de los recursos y el poco capital, estos creadores han producido excelentes trabajos, pero la mayoría de ellos no han alcanzado una audiencia masiva ni en el Caribe ni en otros países.

La historia del cine caribeño y la relación de nombres claves de directores, actores y actrices de esa región, permanecen desconocidos para casi todos los públicos, incluido el caribeño.
Insisto a todos los lectores. El interés principal es contribuir a visualizar la historia y la actualidad de esta producción desde este blog.
Yane

[1]  MEDARD, J. M., «Anita, sueño y realidad del pueblo haitiano», La Habana, Revista Cine Cubano, No. 112, 1985, p. 79.
[2]  CHAM, M., «Shape and shaping of Caribbean Cinema», Ex-Iles: Essays on Caribbean Cinema, New Jersey, Africa World Press, 1992, p. 28.
[3]Entre sus películas más recientes están Lumumba (2000), Sometimes in April (2005) y Molock Tropical (2009), con la que sigue cavando en la problemática sociopolítica de su país, al narrar las últimas veinticuatro horas de un poder antes de su caída. El rodaje que se desarrolla íntegramente a la Ciudad de La Ferrière, palacio-fortaleza construido al siglo XIX por el Rey Henry Christophe en el norte de Haití.
[4]   Euzhan Palcy fue la primera mujer negra en dirigir una película producida por un estudio hollywoodense, A Dry White Season (1989).
[5]   Citado por Alejandro Ríos en «Ava y Gabriel, una historia de amor», Revista Cine Cubano, No. 132, julio-septiembre, La Habana, 1991, p. 23.
[6]  ROSARIO AQUILES, L., «El nuevo cine puertorriqueño», Revista Cine Cubano, No. 104, La Habana, ICAIC, p.107.



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